A continuación un ejemplo del contenido de huellas.
Editorial de Huellas
Vol II, Núm. 17,
Ene-Mar 1995 No sé si a usted le ha ocurrido esta experiencia, pero generalmente cuando uno ha conocido a alguien que vive en la capital de Puerto Rico, tarde o temprano le habrán de preguntar si usted es de la isla. Naturalmente, esto lo que quiere decir es ¿si usted no ha nacido o vive en nuestra capital? Hoy diría yo que, incluso, si en realidad no es de la zona metropolitana ¡Que Pena! ¡Si hasta parecía uno de San Juan! Pero examinemos sin el menor prejuicio este hecho tan cotidiano hoy día. Y debo aclarar que personalmente creo, sinceramente, que tenemos la suerte los puertorriqueños de poseer una ciudad capital de las más bellas en todo el mundo. San Juan de Puerto Rico posee una de las bellezas naturales más dulces, más seductoras, más típicamente españolas dentro del conjunto tropical en que estamos ubicados. ¿Pero, cual es la isla? Es evidente que todo Puerto Rico geográficamente hablando es una isla. Ahora bien, en detalle, la nación o mayor porción de tierra pertenece no exactamente a San Juan, sino al resto de la isla. San Juan propiamente, es una pequeña isla unida al resto de Puerto Rico por una serie de puentes que desde tiempo en que Castilla, León y Aragón, plantaron su bandera aquí han sujetado a nuestra capital al resto de la isla, o para que no nos la robasen los bucaneros que tanto nos agobiaron por siglos o para que no le diese a esta bella ciudad la tentación de escapársenos por ese Mar Caribe en pos de aventuras no compatibles con su dignidad de joya de la corona española. San Juan es una antiquísima ciudad con una historia brillante que nos llena de orgullo a todos, asiento de nuestras instituciones gubernativas, asiento de nuestra Catedral primada, alojo de nuestro primer centro docente y de la institución que reconocemos como lugar de la cultura máxima de Puerto Rico; nuestro Ateneo Puertorriqueño. Pero no es, ni puede ser por mucho todo Puerto Rico. Ni el resto de Puerto Rico puede ser el lugar pintoresco recordado únicamente por nuestros escritores, pintores y demás artistas puertorriqueños para fantasear sobre lo típicamente puertorriqueño, ni para representar únicamente al noble jíbaro de nuestra tierra, si es que aún pensamos que dicho jíbaro realmente todavía existe. Mucho peso en estas condiciones hemos nosotros mismos permitido que se instaure y luego lo hemos tolerado muy pasivamente. De ejemplo, solamente citaremos varias cosas tristes y fácilmente palpables, Orquesta Sinfónica de Puerto Rico es el nombre que lleva la orquesta que se supone sea la representante de la más depurada expresión musical de nuestro pueblo. Orquesta de la Ciudad de San Juan sería más propio llamarla, ya que toda su mejor actividad se desarrolla en nuestra capital. Bien, sé que se me objetará que solamente San Juan presenta las facilidades ideales para la presentación de dicha orquesta. Santo y bueno, pero el "Metropolitan Opera House", la Orquesta Filarmónica de Nueva York, y la Orquesta Filarmónica de Viena, todas presentan programas en parques al aire libre sin perder la prominencia mundial que todos les reconocemos a dichas primerísimas organizaciones culturales. ¿Que nuestra Orquesta Nacional visita los pueblos de la Isla? Quizás, pero mirando el reloj para ver cuánto falta para regresar a San Juan. ¡Que lo he vivido yo! Y con directores y profesores que no son los principales de la orquesta. Finalmente, lo que deseamos plantear a nuestros queridos y admirados compatriotas que viven o han nacido en "la losa" es que no olviden que Puerto Rico es un todo histórico. Y si bien nos alegramos muy sinceramente del auge económico y la pujanza de nuestro San Juan, no debemos olvidar ni por un momento que la isla también puede aportar enormemente a que nuestra isla progrese en gran medida, tanto económicamente como espiritualmente. La educación, la cultura y el profundo cariño que todos profesamos profundamente a esta isla nuestra, no puede estar en ningún momento empañado por provincialismos que no caben, de manera alguna, en nuestra tierra, tan pequeña geográficamente pero que ha demostrado hasta la saciedad su procedencia humanística de raza noble y llamada aún a más grandes destinos. Como colofón, debemos aclarar que el prestigioso humanista Dr. Arturo Morales Carrión ya hace varias décadas había dicho que San Germán y San Juan no se debían comparar. San Germán, villa antigua con convento y ayuntamiento liberal, y San Juan, metrópolis con poder, no son sino el complemento unas de otras, que amalgaman desde hace cinco siglos lo que a la larga vino a ser el puertorriqueño. Entendámoslo como nos lo indicó el maestro citado. Dr. Armando Quiñones Gamboa, M.D. |